TEMA
16.- EL BARROCO EN ESPAÑA. ARQUITECTURA (LA IGLESIA, EL PALACIO, LA PLAZA
MAYOR) ESCULTURA (GREGORIO FERNANDEZ Y MARTINEZ MONTAÑES)
El Barroco Español
ocupa los siglos XVII y XVIII, es decir, un largo período en el que en España
reinan dos dinastías. Los Austrias o Habsburgo durante el siglo XVII (Felipe
III, Felipe IV y Carlos II) y los Borbones de origen francés durante el siglo
XVIII (Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV).
En este espacio de
tiempo España pasó de ser la principal potencia mundial a un país de segunda
fila. Curiosamente, mientras España vivía en el siglo XVII una lenta decadencia
política y económica, se producía el Siglo de Oro de las letras y de las artes.
Durante el siglo XVIII, en cambio, España comenzó una etapa de crecimiento
económico y sufrió una decadencia artística, destacando al final del siglo una
figura aislada excepcional: Goya.
ARQUITECTURA
BARROCA ESPAÑOLA.‑
Dada la crisis del
siglo XVII, en España no se produjeron grandes proyectos arquitectónicos fuera
de los proyectados por la Corona que centró sus esfuerzos en la nueva capital:
Madrid. Madrid se dotó de Palacios como el del Retiro
(1631) o en él se realizaron planificaciones urbanas como la de la Plaza Mayor.
Madrid fue el
principal foco del Barroco Español, sin embargo, también hay que destacar una
serie de Escuelas Regionales Barrocas como Salamanca, Santiago de Compostela,
Zaragoza, Valencia, Granada, Sevilla, Murcia, etc.
Una de las características más interesantes de
la arquitectura barroca española es que frecuentemente recurre a materiales
endebles o de poca calidad. En España como en ningún otro lugar, la
arquitectura se convierte en apariencia de riqueza, al cubrir los materiales
humildes (como el ladrillo) con elementos ornamentales. Un ejemplo de esto son
las bóvedas encamonadas, es decir, las bóvedas falsas de yeso que cuelgan de un
armazón de madera. Es difícil no reconocer en esta característica del Barroco
Español la influencia mudéjar.
En las iglesias
dominan las plantas longitudinales, especialmente la planta jesuítica (no hay,
por tanto, innovaciones en las plantas, y menos aún la imitación de las
extravagantes plantas del Barroco Italiano). Externamente predominan las
fachadas clasicistas, simples de origen de Bramante o Herrera. Por contra en su
interior se desata un horror vacui y la decoración abigarrada oculta la pobreza
de materiales.
En los palacios
predominará la herencia de El Escorial y
de Herrera. Estructuras macizas, de planta cuadrada, con torres en las esquinas
terminadas en chapiteles de pizarra como en El Escorial. Por la crisis se
utilizará el ladrillo y la piedra aparecerá en las esquinas y para realzar los
vanos ( puertas y ventanas). Según
evolucione el barroco, las puertas principales y sus fachadas se
irán recargando de decoración ( en el
siglo XVII desnudez decorativa en el Convento de la Encarnación de Madrid hasta
el estilo Churrigueresco del siglo XVIII
-horror vacui en el Hospicio de San Fernando de Madrid).
LA
IGLESIA, EL PALACIO, LA PLAZA MAYOR.-
El período del barroco significó la culminación
del poder personal de los soberanos absolutos y el triunfo de la propaganda de
la Iglesia. Tanto la Iglesia como el poder absoluto de los monarcas tenían que
manifestar en sus ciudades su magnificencia y poderío. La capital del Estado
será el centro donde resida el poder político. Se hicieron grandes reformas en
el trazado de las ciudades, se organizó la distribución de las vías de
comunicación, se buscaron ejes y perspectivas que confluían en puntos de
interés (palacios, templos, plazas mayores...)
El
templo barroco del siglo XVII se hace más visible en el escenario urbano. Las
iglesias, con su trazado exterior y con la decoración exuberante de sus
interiores, se convierten en espacios para causar admiración y conmover a los
fieles.
Los
palacios reales en el S. XVIII intentan diferenciarse del resto de las
construcciones y se rodean de espacios ajardinados que señalan su dignidad. Los
palacios de la nobleza y de la alta burguesía imitan la riqueza de los sitios
reales ( Palacio Real de Oriente, Palacio de la Granja, de Aranjuez...) para
integrarse en el entorno urbano. Además de los jardines privados, a los que se
dedica una especial atención, comienzan a tenerse en cuenta los espacios
públicos de expansión, que hacen a las ciudades más habitables y les
proporcionan un aspecto más agradable (Jardín Botánico de Madrid, Paseo de la
Castellana, Paseo de El Prado con sus fuentes...)
Las
plazas mayores españolas, como centros comerciales y sociales, habían tenido un
importante papel en España ya desde la Edad Media. La plaza mayor barroca es la
gran innovación urbanística del barroco español, creando espacios públicos
abiertos, donde se pudieran celebrar intercambios comerciales, festividades
públicas (torneos, toros, autos de fe...) Se convertirán en uno de los
elementos básicos de cualquier diseño urbanístico. Solían ser unos recintos
rectangulares, porticados, cerrados y uniformes, de arquitecturas arquitrabadas
y abovedadas, generalmente con tres pisos, con columnas toscanas, vanos
rectangulares y tejados inclinados cubiertos, generalmente, de pizarra. Tenemos
diferentes tipos de plazas desde la sobria Plaza Mayor de Madrid de Juan Gómez
de Mora (S.XVII) llena de sencillez, clasicismo y elegancia de inspiración
herreriana, hasta la Plaza Mayor de Salamanca de Alberto Churriguera (S.XVIII)
mucho más decorada.
ARQUITECTURA
BARROCA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVII.
Fray
Alberto de la Madre de Dios (1575-1635).- Curiosamente, a
pesar de ser un arquitecto barroco, es muy sobrio, muy influenciado por la
austeridad escurialiense. Su obra más importante es el Convento de la
Encarnacion de Madrid de 1611. Tiende a la verticalidad y los únicos
elementos decorativos son los escudos con el Toisón de oro y un relieve. Está
coronado por un frontón triangular y bolas escurialenses.
Juan
Gómez de Mora (1586.1648).‑ Trabaja en obras de urbanismo público (plazas
urbanas) con fuerte influencia de El Escorial. Obras importantes: Plaza
Mayor ( 1617) y El Ayuntamiento de
Madrid (1629), todo ello de recuerdo claramente herreriano.
Juan Gómez de la Mora fue el principal
representante de este primer barroco caracterizado por la sobriedad decorativa
y la limpieza de líneas (herencia del estilo de Bramante y Palladio). El modelo
es El Escorial, y así, los nuevos edificios barrocos copian algunos elementos
de éste como las ventanas rectangulares sin enmarcar, las molduras lisas, y
sobre todo los chapiteles apiramidados de pizarra.
De hecho, la obra de
Gómez de la Mora que menos se ajusta a estos cánones es La Clerecía de
Salamanca (1617), que no se encuentra en Madrid. Esta iglesia, responde a
los modelos de planta jesuítica, y muestra cierta complejidad decorativa, lo
cual no es extraño en la capital del Plateresco. La aportación de Gómez de la
Mora más acorde con su estilo se encuentra en el patio interior, mucho más
sobrio decorativamente que la fachada.
ARQUITECTURA BARROCA DEL SIGLO XVIII
En el siglo XVIII la arquitectura barroca
española llega al máximo de la complejidad decorativa, por propia evolución
nacional y por la influencia del Rococó Francés.
Tras la Guerra de Sucesión (1701-1714), Felipe V
de Borbón (francés, nieto de Luis XIV) se convierte en el nuevo rey de España. Este
rey y sus descendientes traen a España el arte palaciego francés y las primeras
academias. Felipe V traerá a España la tradición palaciega de Versalles. Esta tradición de
Versalles se aprecia en los diferentes palacios construídos por Felipe V en los
alrededores de Madrid: Palacio Real de Madrid, La Granja de San Ildefonso,
Palacio de Aranjuez.
El Palacio Real de
Madrid o Palacio de Oriente fue construido por iniciativa de Felipe V para
sustituir al Alcázar de los Austrias (incendiado en 1734). En principio es
diseñado por F. Juvara (1735), pero su discípulo Sacchetti introduce
muchas modificaciones sobre el plan original. Su planta recuerda a la del
Louvre, pero su alzado se asemeja más a Versalles, lo mismo se puede decir de
sus jardines. Los jardines de la granja de San Ildefonso también imitan a
Versalles aunque a una escala menor. La Granja también fue construída a
instancias de Felipe V (1721), primero por Teodoro Ardemans, y después por
F. Juvara. . La decoración de estos palacios sigue los principios del
Rococó francés.
La evolución
decorativa original de España se denomina Arte Churrigueresco. Recibe su nombre
de los Churriguera, familia de artistas madrileños que se afincan en Salamanca
en el siglo XVIII. El Churrigueresco es un estilo decorativo marcadamente
recargado, caracterizado por la utilización sistemática de la columna
salomónica, el estípite, los frontones curvos y partidos, los cortinajes y la
imitación de la arquitectura efímera, los escudos recortados, etc. Se inspira en la tradición del horror vacui
decorativo del Plateresco, e incluso mantiene algunos de sus elementos como la
heráldica, las fachadas-retablo, etc.
Pedro de Ribera
(1681-1742) realizó en Madrid algunos de los principales
ejemplos del Churrigueresco: los templetes del Puente de Toledo y el
Hospicio de San Fernando (1722). Estas obras se inspiran claramente en las
arquitecturas efímeras muy típicas del Barroco. El Hospicio de san Fernando en
Madrid presenta una fachada-retablo con una profusa decoración (estípites, cortinajes,
escudos, oculi, etc.). Con una sensación de horror vacui y de arquitectura
orgánica. La compleja decoración genera asimismo unos sugerentes efectos de
claroscuro.
Alberto de
Churriguera (1676-1750) realizó la Plaza
Mayor de Salamanca entre 1729-1750. Se trata de una plaza de planta
cuadrangular como la de Madrid, en ella se destaca asimismo un cuerpo como
ocurre con la Casa de la Panadería de Madrid, sin embargo, la plaza de
Salamanca muestra claramente cómo el Estilo Churrigueresco ofrece ahora una
decoración mucho más recargada a base de frontones curvos y partidos, estípites
y vanos enmarcados por molduras mixtilíneas y quebradas.
Narciso
Tome. (1690-1742)‑ Simplemente por una obra puede pasar a la
historia :el Transparente de la Catedral de Toledo. Se denominó la
"octava maravilla del mundo". Está situado en la girola del templo.
Su hermoso retablo es de ricos mármoles y bronces, y está trazado en
perspectiva para fingir una profundidad que no existe. Para favorecer la
perspectiva cala una de las bóvedas de la girola y labra sobre ella una enorme
linterna, lo que provoca un violentísimo efecto de luz. En la parte superior
del retablo la escultura termina fundiéndose en un Paraíso de pintura. Sumido
en la media sombra del templo gótico, el efecto teatral y deslumbrante
típicamente barroco del Transparente señala una de las metas alcanzadas por el
estilo.
Debemos señalar una serie de obras barrocas
importantes como son:
Palacio
del Marques de Dos Aguas (Valencia) de Ignacio Vergara
El Palacio de San Telmo de Sevilla de Leonardo de Figueroa
La
Fachada de la Catedral de Murcia de Jaime Bort.
La
fachada de los Hierros de la catedral de Valencia de Honrad Rudolf
La
fachada del Obradoiro de Casas Novoa. Esta fachada se antepone al
viejo templo románico y que, puede ser, el más grandioso ejemplo de la
arquitectura peninsular barroca del S. XVIII. Esta fachada está dotada de un
movimiento ascendente casi gótico. Tras la espléndida fachada con una
decoración teatral, se levantan los ricos campanarios suspendidos en el aire
por el ímpetu ascendente de los cubos, mientras la monumental escalera sirve de
magnífico pedestal al maravilloso conjunto, preparándonos con sus líneas
oblicuas para gozar de la teatral escenografía.
ESCULTURA
BARROCA ESPAÑOLA.‑
La escultura barroca española tiene las
características propias de todo lo barroco. Tal vez una característica más
acentuada en el barroco español sea su realismo.
La temática queda fijada por quien es casi único
cliente: la Iglesia. El menor papel que la escultura ocupa en los retablos,
viene compensado por la proliferación progresiva de esculturas independientes.
Lo que principalmente se realiza es la talla de retablo y sobre todo las de
carácter procesional. Las procesiones son espectáculos al aire libre, que toda
la población las vive y cuyo centro es la imagen escultórica. Es el teatro
religioso que se representa en las calles.
Los materiales, los de siempre, madera
policromada que viene a reforzar el profundo sentido realista que no consiste
en copiar la realidad, sino en hacer eterno lo efímero. Una novedad es la
frecuente utilización de postizos (objetos, pelo, cuentas vítreas, etc.). El
caso extremo de la utilización de postizos son las imágenes de vestir, imágenes
realizadas con un armazón de madera en las que sólo se tallan la cabeza y las
manos, mientras que el resto de la escultura se cubre con un vestido.
La imaginería barroca es naturalista y en
ocasiones puede calificarse de hiperrealista, el escultor tiene la pretensión
de que sus obras parezcan personajes verosímiles y cercanos al espectador que
en cualquier momento pueden cobrar vida. En ciertos casos el escultor realiza
auténticas investigaciones de anatomía sobre cadáveres o los efectos de los
golpes o heridas para plasmar estos detalles en sus obras. Otra característica
es la teatralidad, los gestos vehementes y apasionados. El pathos ayuda a
dramatizar los gestos de las imágenes sagradas e impactar mejor en los
sentimientos del espectador. En ciertas ocasiones, como en las Inmaculadas hay
una pretensión idealista en la representación tanto física como psicológica, se
trata, como en el Renacimiento, de representar a María como una mujer bella y
virtuosa. Sin embargo, contrapuesta a ella hay también una estética de lo feo,
lo grotesco, a veces precisamente contrastando con la belleza y acentuándola.
Por último hay que repetir la importancia de los temas morbosos y truculentos.
En España encontramos dos escuelas bien
definidas: la escuela de Valladolid o escuela castellana y la escuela de
Sevilla o escuela andaluza Ambas son realistas.
ESCUELA CASTELLANA: EL REALISMO VIOLENTO.
La Escuela Castellana tiene su principal centro
en Valladolid y es heredera de los principales maestros del Renacimiento:
Alonso Berruguete y sobre todo, Juan de Juni, aunque llega a extremos
abiertamente naturalistas e incluso feístas. La Escuela Vallisoletana se
caracteriza por una preferencia hacia los temas más escabrosos y truculentos de
la Pasión realizados con todo tipo de detalles morbosos sin ninguna concesión
al equilibrio o el buen gusto.
El
imaginero más importante de esta escuela es Gregorio Fernández,( 1576-1636)
que trabaja fundamentalmente en Valladolid. Impulsado por el afán naturalista,
gusta de recrearse en el modelado de sus desnudos, en el pathos extremo de sus
rostros, la teatralidad de sus composiciones y en los pliegues de los ropajes
acartonándolos, formando grandes ángulos y contraángulos como si estuviese
almidonados. Así se crean contrastes de luz. Una característica de este
imaginero es la elegancia que imprime a sus personajes, en sus rostros, en sus
perfiles, en sus actitudes, movimientos ...
Con este imaginero se abandona el oro (el
estofado) en Castilla para obtener un mayor realismo. Así la policromía
castellana tendrá menos elegancia plástica que la andaluza.
Las obras más importantes de este autor son:
Cristo
yacente de El Pardo. Vemos un Cristo desnudo, de un modelado
exquisito, que reclina su cabeza hacia la derecha sobre un almohadón,
mostrándonos su boca y ojos entreabiertos, interpretados con tan vivo realismo
que llegan a producir una impresión espeluznante, casi desagradable. Las
rodillas descarnadas y sangrientas, por las caídas camino del Gólgota, son otra
de las características de este escultor.
El Cristo yacente es uno de sus temas más repetidos, en el que se
hermanan la sensibilidad del artista y la de los castellanos de su época. Hay
diferentes copias entre las que citaremos la del Museo Nacional de Valladolid.
En
La Piedad del mismo Museo, el tono del horror ante la muerte decrece y
es más la soledad y la quietud de la muerte lo que procura interpretar.
Gregorio
Fernández es también escultor de retablos y debemos señalar, como uno de los
más bellos relieves El Bautismo de Jesús
También
es el escultor de los enormes pasos de Semana Santa de historias de la Pasión
con numerosos personajes. Naturalmente, muchos de ellos están tallados en su
taller por las manos de sus discípulos.
ESCUELA
ANDALUZA; EL REALISMO CLASICO.‑
La Escuela Andaluza es mucho más “clásica”, en
el sentido de que se deja llevar más por el equilibrio y la medida y no tanto
por la teatralidad y los sentimientos..
El comercio con América hará que existan buenos
talleres de escultores en Andalucía. Sevilla y Granada serán los centros de la
escultura barroca en Andalucía.
Sobresale
Juan Martínez Montañés (1568-1649), de gran prestigio. Mantuvo siempre
en su obra una distinción y mesura clásica, pero al servicio de una innegable
realidad. Su talla está muy bien modelada y sus grandes paños, bien plegados,
dan grandiosidad a la imagen. Se diría que su devoción va dirigida más al alma
que a los sentidos. Su policromía mate y bien equilibrada dista mucho del
cromatismo desgarrado castellano.
Cristo
de la Clemencia (1603). Es el prototipo andaluz del Cristo
crucificado. Sin excesivo dramatismo, con poca sangre, y aún vivo, parece mirar
a los fieles "quejándose de que por su culpa padece”, según el mismo
artista escribió.
Logra
crear un tipo de la Inmaculada de la Catedral de Sevilla (popularmente
conocida por “la Cieguita”) que será una de sus más sugestivas obras. Es una
Virgen joven, con el manto caído sobre los hombros y recogido en una de sus
puntas, lo que produce amplios pliegues que le procuran una serena majestad. La
cabeza levemente inclinada, una tenue sonrisa, mitad ingenuidad, mitad
melancolía, proporcionan a la obra esa religiosidad que convence al teólogo y
gana la devoción del devoto. Utiliza
una policromía de gran suntuosidad y elegancia.
También hay que mencionar el Retablo de
Santiponce con el San Jerónimo y la Adoración de los Pastores.
Otros escultores del siglo XVII son Alonso Cano,
Pedro de Mena y Pereira.
Alonso Cano realizó la bellísima Inmaculada de la Catedral de
Granada, una figurilla de pequeño tamaño.
Pedro de Mena llevó a cabo la famosa Magdalena Penitente que
fue copiada repetidamente.
Pereira esculpió el San Bruno, una de cuyas versiones se encuentra en la
Cartuja de Miraflores de Burgos.
En el siglo XVIII el centro de la imaginería
hispana se trasladó a Murcia donde trabajó Francisco
Salzillo (1707-1783). De
origen italiano, Salzillo llevó a cabo una escultura que comparte las
características generales de la imaginería barroca hispana, aunque tiene un
carácter más preciosista y estético, influenciado por el estilo Rococó. Entre
las obras de Salzillo hay que destacar la impresionante colección de pasos
procesionales de la catedral de Murcia: La Última Cena, La Oración en
el Huerto, el Prendimiento, etc.
VOCABULARIO:
ESTIPITE, BAQUETON, BODEGON, TALLA, MODELADO, PASO PROCESIONAL.
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