TEMA 17. LA PINTURA
BARROCA ESPAÑOLA: PRINCIPALES ESCUELAS. VELÁZQUEZ.-
Junto a la
Literatura, la Pintura es posiblemente la aportación más importante y
significativa del Siglo de Oro Español. El mecenazgo lo ejercerán la Corte de
Madrid, las iglesias y conventos; ello incidirá en la preferencia por los temas
religiosos.
La pintura española
del Siglo de Oro muestra muchas relaciones con la Pintura Italiana y la de los
Países Bajos. Domina la pintura al óleo, sobre lienzo, en formato de pintura de caballete, en ocasiones de gran tamaño. La preferencia por
los lienzos de gran tamaño es por influencia de la
Escuela Veneciana del siglo XVI.
La temática más
abundante es la religiosa, sin embargo también aparecen
ocasionalmente los temas mitológicos, la pintura de
género, el bodegón, el paisaje y la
pintura de Historia. Es muy frecuente el retrato, y especialmente los
retratos de seres monstruosos o deformes.
Hay que decir que
muchos de estos temas (especialmente los religiosos y mitológicos) se tratan
como si fueran escenas de la vida cotidiana, como si lo
personajes fueran gente normal de la calle, naturalismo, y a menudo el paisaje o el bodegón conviven con la escena de género, la
religiosa o la mitológica en la misma obra. A menudo los modelos de la pintura
española se caracterizan por su deliberada
vulgaridad. Mendigos, pordioseros y seres deformes protagonizan con mucha
frecuencia estas obras, clara influencia de Caravaggio.
Domina el color sobre
el dibujo, aunque los colores no son brillantes ni estridentes. En ocasiones se
pinta sin dibujar previamente, de forma rápida mediante
manchas de color.
En la composición dominan las líneas diagonales que tienden a crear una composición
movida y dinámica. Los mejores pintores como Ribera y especialmente Velázquez
son maestros de las composiciones aparentemente “naturales”
o
casuales que en realidad están profundamente estudiadas. En esto Velázquez se
muestra similar a Rembrandt y en su habilidad para que sus
composiciones parezcan casi “fotográficas”.
El en estudio de la
luz predomina el Tenebrismo, es decir, el contraste brutal entre la
luz y la sombra. Esto ocurre durante la primera mitad del siglo XVII,
posteriormente se aclarará la paleta y se eliminarán las sombras bruscas tanto
en Velázquez como en Ribera.
La perspectiva lineal
no se enfatiza aunque se respetan sus reglas. En el Barroco Español, y
especialmente en Velázquez, domina la Perspectiva Aérea.
CARACTERES Y ESCUELAS
DE LA PINTURA‑BARROCA ESPAÑOLA.‑
Hay una enorme
abundancia de pintores en este siglo, por ello debemos hacer una selección
importante. Asimismo podemos dividir la pintura española en escuelas:
ESCUELA VALENCIANA: Muy influida por el
tenebrismo italiano gracias a las comunicaciones fáciles con Nápoles y
Florencia.
FRANCISCO RIBALTA ( 1565-1628) Muy
influido por el tenebrismo italiano y el clasicismo de Guido Reni. Su obra más
conocida es Cristo abrazando a San Bernardo.
JOSÉ RIBERA (1591-1652).‑ Aunque
es un pintor nacido en Valencia prácticamente toda su vida artística la realizó
en Nápoles que era un territorio español. En Italia le denominaron "el
Spagnoletto". Ribera es, en su primera época, uno de los grandes maestros
del tenebrismo aunque es un gran colorista, sus negros son absolutos;
posteriormente su paleta se irá aclarando. Prefiere las composiciones en
diagonal y los escorzos como ejes compositivos y suele utilizar la luz para
marcar dichas diagonales. Ribera es uno de los pintores más naturalistas del
Barroco Español. Tiene preferencia por los personajes monstruosos, deformes y
hasta cierto punto grotescos, sin embargo los trata con una gran humanidad, no
pretende hacer burla de ellos, sino despertar en el espectador la piedad y la
compasión. El contraste en sus obras entre forma y fondo es brutal.
De su poca tenebrista
mencionaremos su Crucifixión, Apolo y Marsyas, Silenio
Borracho o la Mujer Barbuda. Poco a poco su paleta se irá aclarando
y dándonos unos fondos menos tenebrosos.
En el Martirio de
San Bartolomé o San Felipe ( 1639) hay que destacar el aclaramiento del
fondo, el violento esfuerzo de los sayones que se afanan en levantar el cuerpo
o el dramatismo anterior al momento de la tortura. Dominan las líneas oblicuas
que recorren el cuadro ( sogas, brazos...)
En el Sueño de
Jacob ( 1639) hay un empleo sobrio del color y en el alejamiento del
tenebrismo. Este cuadro revela interés en el estudio de la atmósfera en cuyo
empeño quedará relacionado con Velázquez.
El
Patizambo (1642) es un ejemplo de cómo Ribera trataba con gran compasión y
dignidad a los personajes monstruosos o deformes. Nuevamente encontramos en El
patizambo la importancia de la oblicua conseguida por el bastón.
Arquímedes (1630): Ribera
muestra aquí un tremendo contraste entre la supuesta inteligencia del
científico de la Antigüedad y el modelo elegido, probablemente un loco o un
mendigo, cuya expresión está muy conseguida. El Tenebrismo es utilizado aquí
para enfatizar el dramatismo de la representación. Este mismo contraste aparece
en ciertas obras de Velázquez (Menipo, Esopo, etc.).
San
Andrés (1630): El cuerpo de un San Andrés viejo cargando su cruz mueve a
piedad, sobre todo si lo contrastamos con su resignada expresión. El Tenebrismo
ayuda a dar tintes dramáticos a la escena y el contraste de luces y sombras
acentúa las arrugas e imperfecciones del cuerpo.
Magdalena penitente ( 1637) de clara
inspiración clasicista donde la modelo es su sobrina Margarita.
ESCUELA ANDALUZA
Los máximos
representantes de la pintura barroca del XVII estaban relacionados, en su
mayoría, con la ciudad de Sevilla por ser esta ciudad la de mayor población de
la Península y concentrar en su puerto el comercio con América. Este negocio
reclamaba la presencia de mercaderes enriquecidos, que ayudaban a crear un animado
mercado artístico. Entre los más destacados representantes de esta escuela hay
que nombrar a :
FRANCISCO DE ZURBARÁN
(1598-1664).‑Tuvo
sus mejores clientes en los conventos sevillanos y extremeños, sobre todo de
dominicos y mercedarios, frailes de hábitos blancos. A pesar de haber trabajado
en la Corte su horizonte parece que se limita con gusto a los temas monacales.
Esta elección le separa al mismo tiempo de la pompa que caracterizaba a la
pintura sevillana. Queda así Zurbarán como un pintor aparte de sus grandes
contemporáneos, como un cantor de la religiosidad más severa y menos retórica,
apoyándose en el uso del blanco y prescindiendo de los fondos arquitectónicos.
Las figuras tienen una gran volumetría, mientras que la composición es
excesivamente forzada y poco flexible.
Es autor de largas
series de lienzos monásticos que constituyen su más conocida especialidad. Es
el pintor de los monjes blancos: San Hugo en el refectorio es buen
ejemplo del gusto del pintor por las composiciones reposadas, graves y
sencillas. Es destacable su arte para pintar blancas telas de lana que con el
tiempo se transforman en doradas. La austeridad de vida se manifiesta en los
rostros de los cartujos que van a compartir su mesa frugal. Son destacables los
diferentes blancos que desde los hábitos de los monjes, al roquete de S. Hugo y
al mantel hay en el lienzo. Tiene algo de cubismo.
De tono más mundano
debido a la riqueza de sus vestiduras, son sus bellos cuadros de santas.
Desfilan en ellos con paso procesional, casi siempre con expresión devota,
mostrándonos el símbolo de su martirio o santidad pero a veces con expresión
que hace pensar en la costumbre de algunas damas de retratarse bajo la
apariencia de santas. Su Santa Casilda es buen ejemplo de ello. La gran
riqueza de su vestuario, la calidad de sus telas y el rostro que nos muestra un
auténtico retrato, es buena prueba de ello.
Un género que
Zurbarán cultivó con lograda perfección es el de bodegones (naturaleza muerta)
en los que sabe imponer una sobria ordenación y logra una inimitable
inmaterialidad a base de la luz blanca. Define un tipo de bodegón diferente a
los flamencos o italianos, en los que aparecen multitud de viandas, frutas,
caza, tremendamente glotones. Los de Zurbarán serán sobrios, simples y con un sentido
del volumen y de la calidad de lo representado. Tienen entidad propia en la
historia de los bodegones.
BARTOLOMÉ ESTEBAN
MURILLO. (1617-1682). Se adaptó al gusto imperante y plasmó una
religiosidad familiar, tierna, fácil...Su mayor preocupación la constituye el
colorido. En su juventud se dejó llevar por el tenebrismo. De esta época
tenebrista crea obras que reflejan el ambiente de golfillos y mendigos de los
bajos barrios sevillanos. En éstas no hay ninguna crítica social sino más bien
una mirada idealizada hacia el mundo de la niñez.
Obra de gran éxito y
muy divulgada es su Sagrada Familia del pajarito. Es una pintura llena
de ternura, intimidad y normalidad familiar; la sagrada familia convertida en
una familia sevillana.
Destacan numerosos cuadros
religiosos que tienen como protagonistas a niños, como son sus El Buen
Pastor, San Juan Bautista con el cordero, de colores cálidos y con
un marcado aire vaporoso.
Sus Inmaculadas de las que nos legó docenas, despertaban el
amor fervoroso del creyente con sus formas blandas y ese aire inocente en el
juvenil rostro de María y en el juego de los ángeles que ascienden a la Virgen.
JUAN VALDÉS LEAL (1622-1682) se
encuentra en el extremo opuesto a Murillo, pues sus pinturas del Hospital de la
Caridad de Sevilla (In ictu oculi y Finis gloriae mundi) representan alegorías de la muerte con una truculencia
espeluznante. Es un pintor tremendista propio de una época de una religiosidad
dramática y , un tanto, morbosa. Se recrea en temas con significaciones
profundas y transcendentes, como la muerte, la fugacidad de la vida, la vanidad
del triunfo...plasmados con una pincelada vibrante que juega con los contrastes
lumínicos
ESCUELA MADRILEÑA:
DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ.-( 1599-1660)
SU VIDA.‑ Nace en Sevilla en
1599. Pronto entra en diferentes talleres sevillanos de pintura. A los doce
años lo encontramos con el maestro Pacheco, que no es un gran pintor, pero sí
un hombre culto que se da cuenta enseguida de lo que tiene delante y que
respetó profundamente la personalidad del genio. Casó a su hija con Velázquez.
En 1622, por
influencia de Pacheco, el Conde-Duque de Olivares lo presenta en la Corte
madrileña y su pintura entusiasma a Felipe IV que lo hará definitivamente su
pintor de Cámara. Tenía el cargo de aposentador real, es decir, quien debía
decorar las estancias de los diferentes palacios de la monarquía española. Por
ello tendrá que viajar para comprar cuadros, entrevistarse con grandes pintores
y, evidentemente, esto enriqueció su visión de la pintura. Se entrevistó con
Rubens de quien aceptó consejos. En 1629 viaja por primera vez a Italia
(Venecia, Vaticano, en Nápoles conoce a Ribera). En 1649 hace su segundo viaje
a Italia. Debe comprar cuadros y estatuas para Felipe IV y retrata al propio
Papa Inocencio X.
Este trabajo de aposentador
real le quitaba mucho tiempo para poder pintar. En 1658, el Rey le ennoblece al
concederle la Orden de Santiago. En 1660 debe ir en su cargo de aposentador
real a la Isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, donde se iba a firmar la Paz
de los Pirineos entre Luis XIV y Felipe IV. Enferma por las brumas norteñas,
regresando a Madrid, donde fallece a los pocos días.
Su vida es una vida
metódica, tranquila, llena de éxitos desde el primer momento. Todo lo contrario
del concepto "bohemio" que se ha tenido de los genios artísticos.
SU ARTE.- Ningún pintor ha
contemplado la naturaleza y la ha interpretado con su admirable serenidad.
Velázquez no gusta de contemplar la vida desde ese ángulo trágico ni
espectacular, ni tan extremadamente realista a que nos tienen acostumbrados los
pintores del Barroco. En este sentido es poco español y andaluz. Cuando retrata
a un pobre contrahecho, no se acerca a él con esa curiosidad del naturalista
ante el "monstruo de la naturaleza". Sabe mantenerse a la distancia
en que las lacras, sin dejar de ser vistas, no repugnan. Cuando trata un tema
mitológico, prescinde de su contenido espectacular, y nos lo narra con un
lenguaje que todos puedan entender. Tiene un fino sentido naturalista sin
estridencias y convierte sus cuadros en espejos portentosos donde el pintor se
limita a reflejar la escena de la realidad.
Sus composiciones son
muy complicadas en la época de juventud, pero en su edad madura hay una
naturalidad que nos hace pensar en la realidad misma sorprendida por el pintor.
Sus primeras obras
están dentro del tenebrismo, pero hacia 1630 comprende que el tenebrismo no es
sino una primera etapa en el gran problema de la luz. La luz no sólo ilumina
los objetos sino que nos permite ver el aire interpuesto entre ellos. En suma,
se da cuenta de lo que llamamos perspectiva aérea y se lanza decididamente a su
conquista. Al abandonar el tenebrismo aclara su paleta. En sus viajes a Italia
conoce la escuela veneciana y asimila los colores fríos y plateados de Veronés,
Tintoretto y el Greco.
También cambia su
factura (forma de aplicar la pintura). En su primera época la aplicará de una
manera lisa, de grosor uniforme. A partir de 1630 esa pasta de color se va
desentendiendo del anterior sentido escultórico y piensa en el color mismo
vivificado por la luz y en el efecto que, visto a distancia, produce en nuestra
retina. Esto culmina en Las Meninas y en el paisaje de la Villa Medicis, donde
se expresa por medio de una serie de pinceladas que, vistas de cerca, resultan
inconexas, pero contempladas a la debida distancia nos ofrecen la más cumplida
apariencia de la realidad. Es casi impresionista.
De un dibujo casi escultórico pasa a la ejecución “alla prima”, sin dibujo previo y creando formas a base de manchas
(precedente de la técnica impresionista). A veces mezcla
ambas técnicas para crear efectos. De un gran interés por la nitidez y la plasmación de las calidades de los objetos (bodegones) se pasa
a la necesidad de plasmar los efectos atmosféricos y la perspectiva
aérea, es decir, a “pintar el aire”.
Los personajes
populares, vulgares e incluso feos son protagonistas de
muchas de sus obras, del mismo modo que los personajes aristocráticos, bellos e idealizados, sin embargo, los primeros están tratados siempre con una gran humanidad, sin sombra de
burla.
La temática de
Velázquez es muy variada (religiosa, retrato, bodegón, paisaje, erótico, mitología, alegoría, pintura
histórica, etc.). Esta variedad, extraña en la pintura española del siglo
XVII es posible gracias a la posición especial de Velázquez como pintor de
corte.
OBRAS DE JUVENTUD
(1617-1623).- Es la época de sus bodegones, de composiciones muy sencillas,
con dos o tres personajes de medio cuerpo en torno a una mesa. La luz en estos
lienzos es violenta, típicamente tenebrista, el dibujo nítido casi escultórico,
el colorido oscuro, los rostros y manos bronceados.
Vieja
friendo huevos (1618): Esta escena de género encubre un elaborado bodegón en el
que el pintor demuestra su dominio de las calidades. Las figuras se recortan
contra el fondo oscuro nítidamente gracias a un foco de luz direccional que
viene de la izquierda.
Aguador
de Sevilla (1623): También es una escena de género con un bodegón. Se ha
querido ver en esta obra una alegoría de las tres edades del hombre. El
personaje del fondo está desdibujado lo que muestra el temprano interés de
Velázquez por la perspectiva aérea.
Adoración
de los Magos ( 1619): En esta obra tenebrista
el pintor mezcla el tema religioso con el retrato, pues utiliza como
modelos a sí mismo, a su mujer, su hija y su suegro Pacheco. La familia del
pintor está unificada y resaltada por una diagonal de luz compositiva.
Jesús
en Casa de Marta y María (1620): Nuevamente nos encontramos con un tratamiento equívoco del tema
religioso, a la manera manierista, pues Cristo, Marta y María, el presunto tema
principal, se sitúa en una ventana de perspectiva, mientras que el primer plano
lo ocupa una escena de género y un bodegón.
PRIMERA ETAPA
MADRILEÑA (1623-1629).Cuando llega a Madrid se convierte en retratista de la Corte. De
esos retratos, el más antiguo, más tenebrista, es el del Infante don Carlos.(1624) Tiene
naturalidad, elegancia sin afectación, nobleza de expresión, gravedad. En el Felipe
IV (1626), posterior, las sombras del tenebrismo casi desaparecen. Este
período se cierra con El triunfo de Baco o los borrachos (1626), en
que el tema mitológico es interpretado en ese plano esencialmente humano. La
iluminación es todavía de violento claroscuro y los rostros de los adoradores
de Baco no son nada heroicos; son rostros típicos del barroco. Además el pintor
juega con el espectador mediante un artificio, pues dos de los borrachos nos
miran desde el cuadro como si nosotros les hubiéramos sorprendido. La captación
del instante fugaz es uno de los elementos más destacables de esta obra.
OBRAS DE MADUREZ
(1629-1649).‑ El contacto con Rubens y su primer viaje a Italia (1629)
contribuyen poderosamente a su transformación.
De esta época son La
fragua de Vulcano (1630) y La túnica de José. El tenebrismo ha
desaparecido y la precisión de la forma comienza a ceder ante el interés por la
perspectiva aérea y por la técnica impresionista. Representa el momento en que
Apolo descubre a Vulcano la infidelidad de su esposa. Velázquez, manteniéndose
en ese plano de buen gusto, tan elegante, lo centra en el efecto que la noticia
produce en el marido burlado.
En este período se le
encarga una serie de grandes cuadros con las gestas de los ejércitos españoles
que decorarían el Salón de los Reinos del Buen Retiro. Fue un encargo del
Conde-Duque para halagar la vanidad del monarca.
De estos cuadros se
debe destacar La rendición de Breda (1635). Representa el momento en que
Justino de Nassau se rinde ante Ambrosio de Spínola. La elegancia propia de
Velázquez hace que el español esté con un gesto afable y caballeroso ante el
vencido, como elogiando su valor. Para la composición de la parte derecha,
parece que se inspiró en el Expolio de El Greco. Esa masa de personajes es alzada
por las lanzas que ascienden y que compensan visualmente la carencia de esos
personajes en la zona izquierda. El amplísimo fondo de verdes y azules
plateados es uno de los paisajes más hermosos de toda la historia de la
pintura.
También para ese palacio
eran los cuadros ecuestres de Felipe IV,(1636) representa al monarca sobre el caballo en
corveta (el caballo apoyado en sus patas traseras) actitud que gustaba a los
barrocos, el de Baltasar Carlos (1636) en un violento escorzo, de la
reina Margarita de Austria o el del Conde-Duque de Olivares(1634)
Las tintas plateadas, malvas, grises y azulados de los paisajes de todos estos
cuadros, y la maestría de la perspectiva aérea en los fondos declaran el gran
avance del pintor.
A esta misma época
pertenecen los, espléndidos retratos de Felipe IV (1634), el infante
don Fernando (1636), Baltasar Carlos (1636), todos con atuendos de
cazadores dándole ocasión para regalarnos hermosos paisajes del Guadarrama y
para revelarnos sus excepcionales dotes de pintor de perros.
Es la época de los
bufones: El niño de Vallecas (1636), Calabacilla (1632), Sebastián
Morra (1643) de menor tamaño y los presenta sentados, tratando de darles
dignidad.
SEGUNDO VIAJE A
ITALIA (1649-1651). En 1649 viaja a Italia donde permanece hasta 1651. Viaja a
Venecia, Milán, Florencia y Nápoles donde conoce a Ribera.
La Venus del espejo (1648) originalísima
composición de uno de los pocos desnudos femeninos del Barroco español.
El espléndido Inocencio
X (1650) con gran estudio sicológico del personaje y con una gran gama de
rojos.
Pintó así mismo
varios retratos a diferentes personajes entre los que destaca el retrato de
Juan de Pareja.
No podemos terminar
sin mencionar lo pintado tras su segundo viaje a Italia, como son sus paisajes
de Villa Medicis (1649), cuya técnica lo convierte en uno de los
prototipos del impresionismo del XIX. (Sobre estos cuadros existe la polémica
de cuándo los pintó, en el primer o en segundo viaje a Italia)
ULTIMO PERIODO
MADRILEÑO ( 1651-1660)
En 1656 pinta Las
Meninas. Es el retrato de la infanta Margarita atendida por sus meninas Dª
Agustina Sarmiento, que le ofrece de rodillas una bebida y de Dª Isabel de
Velasco. Completan el grupo, en segundo término, Dª Marcela de Ulloa y un
guardadamas, y en primer plano los enanos Maribárbola y Pertusato. Al fondo, en
la puerta aparece José Nieto, mientras en el espejo se ve a Felipe IV y a Dª
Mariana que están posando para el pintor en el lugar que está el espectador.
Pinta lo que está fuera del cuadro.
Como queda dicho, el
valor esencial de este cuadro, a pesar de los extraordinarios retratos que
contiene, es el de su perspectiva aérea hasta ahora insuperada. Hay dos focos
de luz (diopsia).
También decir que en
sus Las Hilanderas o el mito de Aracne (1657), de tema mitológico, la
perspectiva conseguida es tan importante como en las propias Meninas. Consigue
que exista aire entre los diferentes personajes y las diversas profundidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario